(ENTRADA PUBLICADA POR MARTA DE LA FUENTE)
Todo comenzó el viernes 13 de marzo y desde
entonces he salido muy pocas veces a la calle solamente en alguna ocasión para hacer
la compra y otra para pasear con mi hermano. A pesar de todo, el encierro en
casa no me está suponiendo un trauma, y el tiempo se me está pasando bastante
rápido. Por las mañanas me dedico a estudiar y a hacer trabajos de la
Universidad y por las tardes lo compagino con hacer deporte con mi madre en
clases online.
Al
principio pensé que esta situación se pasaría pronto, pero ahora cada vez soy
más consciente de la gravedad del asunto y veo con tristeza como se va
prolongando nuestro encierro y se va dañando nuestra economía.
Durante la época más violenta del virus
falleció una tía de mi padre y fue un momento muy triste y difícil ya que murió
completamente sola en el hospital sin la
compañía de su hijo ni de nadie de la familia. Nadie pudo visitarla ni
despedirse de ella y todas las noticias llegaban por el teléfono desde el
hospital de una manera muy fría y cruel.
Yo creo que las personas mayores son las
más perjudicadas por toda esta pesadilla. Nosotros podemos sentirnos
encerrados, pero tenemos múltiples recursos para hacer más llevadero el
quedarnos en casa. Sin embargo, ellos echan de menos nuestras visitas y
nuestros besos y abrazos.
Nunca
había pasado tanto tiempo en mi casa sin salir de ella. Mi casa no es muy
grande, apenas 70m² en el que convivimos
cuatro personas adultas. Pero he descubierto lo versátil que puede llegar a ser.
Por las tardes, el salón se convierte en un gimnasio improvisado donde mi madre
y yo damos clases de aerobic por Skype, mientras mi padre hace ejercicio en la
bicicleta estática desde el pasillo. Y sin duda he descubierto la importancia
de la terraza. Es un espacio que en estos tiempos de encierro me ayuda a
liberarme. Es como tener un trocito de la calle en casa y eso ahora mismo es un
bien muy codiciado. Sales a la terraza y te despejas.
Los días que hace buen
tiempo me tumbo un rato a tomar el sol mientras escucho música.
La
parte positiva es que he recuperado momentos para disfrutar con mi familia. He
vuelto a jugar con mis padres y con mi hermano a juegos de mesa con los que disfrutábamos de pequeños. He
descubierto el placer de cocinar con mi hermano y las risas y lo bien que lo
hemos pasado.
Sin
duda, esta situación va a cambiar por completo la manera de relacionarnos con
los demás y nuestra vida cotidiana y nuestras rutinas. De momento ya ha
cambiado la manera de dar las clases. Hablan de adaptarnos a una “nueva
normalidad”, pero este cambio nos ha pillado a todos tan de repente que nos
cuesta encajar y valorar todo lo que estamos perdiendo. Me cuesta imaginar cómo
serán nuestros veranos, o las relaciones con nuestros familiares y amigos y me
temo que de momento y por un largo tiempo ya nada será como antes.